Por Dmitry Plotnikov
En América Central, que sigue siendo una de las regiones más violentas del mundo, se comete el 4,5% de los homicidios a nivel mundial. La región tiene solo un 0,5% de la población mundial.
Pero debido principalmente a que las autoridades de la región han intensificado las medidas de seguridad, la tasa de homicidios ha bajado desde 2015. En 2019, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes de El Salvador se redujo de 108,6 a 36, la de Guatemala, de 29,7 a 21,5 y la de Honduras, de 63,8 a 41,5.
Paralelamente, durante este período la actividad económica ha aumentado en El Salvador, Guatemala y Honduras, los países que integran el Triángulo Norte. Por consiguiente, cabe preguntarse si las condiciones económicas favorables contribuyen a contener la delincuencia futura.
Según nuestro gráfico de la semana, extraído de un estudio reciente del personal técnico del FMI, la relación entre la delincuencia y el producto en el Triángulo Norte muestra que la respuesta es afirmativa. Como se observa en el gráfico, el aumento en 2016 del PIB per cápita de Honduras, de 1%, impulsado por una mayor productividad de la mano de obra, redujo la delincuencia un 0,5%.
En El Salvador, el aumento del producto de 1% redujo la delincuencia aproximadamente ⅔%, y en el caso de Guatemala el efecto es el mismo que en Honduras. El gráfico hace pensar, por lo tanto, que el efecto positivo de la actividad económica sobre la delincuencia es similar en una amplia gama de situaciones con niveles medios de delincuencia.
Mejor empleo, mejor vida
Comparando el análisis costo-beneficio de una persona que elige buscar un empleo lícito con otra que opta por dedicarse a la delincuencia, concluimos que es fundamental una mejora constante del nivel de vida para reducir la delincuencia en forma sostenible, sobre todo cuando los niveles de delincuencia son manejables. El aspecto negativo de esta relación, evidentemente, es que la inestabilidad económica o una desaceleración del crecimiento deterioran la situación de seguridad.
Nuestro análisis explica por qué un mayor crecimiento económico ayuda a reducir la tasa de delincuencia en América Central. En primer lugar, a medida que la productividad y la actividad económica aumentan y contribuyen a elevar el nivel general de ingresos, las personas tienen mayores incentivos para emprender actividades lícitas, por ejemplo, en un empleo remunerado en el sector manufacturero o como propietario de un pequeño negocio.
Esto significa que la actividad delictiva se vuelve menos atractiva. Y a medida que se crean más empleos legítimos, los delincuentes son menos proclives, según nuestro análisis, a participar en actividades ilegales muy rentables como la extorsión y, en su lugar, optan por un empleo seguro y un sueldo estable. Ello tiene efectos secundarios positivos puesto que la mayor productividad de los trabajadores y el menor gasto en seguridad incrementan las utilidades de las empresas, lo cual a su vez fomenta el ingreso al mercado de nuevas empresas y la expansión de las existentes y, por ende, favorece la oferta de trabajo y la creación de empleo.
Reducir la delincuencia
Ante la pobreza generalizada, la falta de oportunidades económicas y la percepción de corrupción, no es de sorprender que, para algunos, la actividad delictiva se convierta en una opción viable, lo cual posiblemente explique la alta delincuencia en los países del Triángulo Norte.
Aunque los planes de lucha contra la delincuencia, como “Mano Dura” en El Salvador, en general tienen respaldo popular , suelen ser contraproducentes. En cambio, las políticas que procuran reintegrar a los condenados en la economía productiva, en los sectores manufacturero y de servicios por ejemplo, tienden a dar mejores resultados.
A nivel más general, las políticas que promueven el empleo y la productividad
—mejorando la infraestructura, reduciendo las barreras de ingreso de nuevas empresas y acrecentando la eficiencia a los sistemas tributarios— son fundamentales para fortalecer y sostener el crecimiento de la region.